Como cada 12 de octubre, desde 1992 nos reencontramos en este día
que representa para nosotros el comienzo de la aberrante y dolorosa
invasión, saqueo, despojo, genocidio y etnocidio de los Pueblos indígenas
y Afrodescendientes.
Recordando la resistencia de nuestros antepasados y continuando su
lucha.
Un día donde no hay nada que celebrar, más bien debatir y reflexionar
sobre lo que supuso la llegada de los europeos a nuestro continente.
La historia de América-Abya Yala no comenzó en 1492, cuando llegó
Cristóbal Colón con sus carabelas. El continente no fue "conquistado",
sino que ya estaba habitado por pueblos que atesoraban una gran
riqueza cultural. Los pueblos originarios no fueron civilizados: fueron
saqueados, sometidos y silenciados.
Día de la raza, Descubrimiento de América, encuentro de los mundos,
día de la diversidad cultural o como quieran llamarle, lo cierto es que
por más que desde la hegemonía del poder quieran disfrazar el verdadero
significado de esta fecha, a fin de anular la memoria y el sentimiento de
los pueblos sobre el genocidio y ultraje cometidos, el 12 de Octubre
sigue siendo una fecha conmemorativa de los pueblos indígenas y
afrodescendientes en lucha y resistencia.
Hablar del “día de la raza” en nuestros días es una contradicción.
Investigaciones sociológicas y antropológicas en la actualidad han
demostrado que no existen razas puras, denominar este día como
‘Día de la Raza’ es interpretado como la celebración de una sola, la
hispánica.
Este “encuentro de mundos” sólo ha significado por siglos derramamiento
de sangre en invasión territorial e invasión cultural mediante la espada
y la cruz.
Desde el año 2012 un grupo de organizaciones indígenas y Afrodescendientes
hemos estado proponiendo el cambio de nombre a esta fecha, sin
resultado.
Hoy insistimos en que este día debe reconocerse como el
"Día de la Resistencia Indígena y Afrodescendiente".
El 12 de octubre constituye simbólicamente el inicio de una ocupación
político militar que tuvo como resultado el exterminio de más de 80
millones de personas y la esclavitud y desplazamiento forzado de otras
cientos de miles, pertenecientes a pueblos originarios de América-Abya Yala
y África
La colonización supuso para los pueblos ocupados la destrucción de
su sistema político, la represión de su espiritualidad y sus sistemas
culturales, que devino en pérdida de diversidad no sólo para estos
pueblos sino para el conjunto de la humanidad.
La colonización, sumada a los sistemas patriarcales ya instalados
ancestralmente,
significó un sometimiento aún mayor de las mujeres indígenas, que
sufrieron violaciones sexuales masivas como parte de la estrategia de
dominación y fueron obligadas a cumplir tareas necesarias para el
mantenimiento del sistema patriarcal colonial, limitando su desarrollo
pleno como personas.
La colonización es una de las causas históricas más importantes del
desconocimiento actual de los saberes de los pueblos originarios, del
menosprecio de sus lenguas y de sus sistemas de salud y de organización
social y en definitiva, de las restricciones a su autonomía y soberanía.
La colonización instauró estructuras político sociales profundamente
racistas y discriminadoras que establecen una supuesta superioridad
de los pueblos ocupantes sobre los ocupados, que se mantienen
hasta hoy en la mayoría de los países resultantes del proceso de
colonización y que son la base de las principales desigualdades,
conflictos armados, violaciones de derechos humanos y de la situación
de vulnerabilidad de las poblaciones indígenas.
La falta de una mirada crítica de la colonización ha minimizado el
impacto de los procesos descritos anteriormente, haciendo posible que
se instalen discursos que la justifican como mecanismo “civilizatorio”
que ha hecho posible el “desarrollo” de los territorios ocupados.
Este discurso sigue legitimando hasta el día de hoy la sistemática
exclusión política, cultural y social de los pueblos indígenas por los
estados en los que nacieron, así como la expropiación de los territorios
habitados por los pueblos originarios sobrevivientes como estrategia de
apropiación de los recursos naturales de los mismos, llegando inclusive
a considerarlos terroristas cuando muestran resistencia a abandonar
dichos territorios.
Nuestros derechos fundamentales y la misma supervivencia de la
tierra se encuentran cada vez más amenazados por la acción del
mercantilismo sin escrúpulos de las multinacionales y corporaciones
transformando en títeres a los gobiernos.
Los pueblos originarios continuamos desde el inicio de la colonización
histórica un proceso de resistencia para la defensa y preservación de
sus sistemas ecológicos y culturales, en una situación de desigualdad
ante los intereses privados y la limitada voluntad o capacidad de los
Estados para respetar y proteger su soberanía, sus derechos y su
existencia misma.
Resistimos construyendo alternativas a pesar de la criminalización y
de la represión a los movimientos sociales.
No es posible dar vuelta a la historia y eliminar los estragos causados
por la colonización.
Sin embargo, sí que es posible accionar para visibilizar las diferentes
visiones y vivencias sobre esta parte de la historia, apoyar la acción
de la justicia y la reparación de los daños causados y, especialmente,
la no repetición del daño ya sea de manera simbólica o material y
trabajar para la superación del sistema económico político global que
funda sus raíces en todo tipo de colonización.
Nos preocupa la creciente criminalización hacia los activistas indígenas
que se está dando en el continente, bajo el rótulo de "terrorista" para
perseguir a los liderazgos indígenas. Como es el caso alarmante del
gobierno dictatorial de Filipinas que acusó a la
Relatora de Naciones Unidas para los Derechos Indígenas, Vicky Tauli Corpuz
de "terrorismo".
Este rótulo viene siendo utilizado por países como Colombia, Perú,
Chile y Argentina para criminalizar a nuestros pueblos.
También nos preocupa los crecientes casos de asesinatos de mujeres
activistas indígenas como Berta Cáceres del pueblo lenca y
Macarena Valdés del pueblo mapuche, asesinatos que siguen impunes,
utilizados para frenar los procesos de empoderamiento indígena y así
favorecer las lógicas extractivistas y militaristas.
En este sentido nos preocupa el éxito político de Jair Bolsonaro en Brasil.
Un candidato presidenciable que ha declarado públicamente que
levantara las demarcaciones de tierras indígenas para entregar dichas
tierras a los latifundistas y en cuyo programa político está la eliminación
de las acciones afirmativas para pueblos indígenas, afro-descendientes
y LGBT.
Con estas declaraciones nos preocupa seriamente el futuro de nuestros
hermanos brasileños. Personajes como Bolsonaro van en la misma línea
que Donald Trump, que representan la emergencia del neofascismo, a
través de nuevos regímenes autoritarios que plantean la represión absoluta
hacía nuestros pueblos.
Como pueblos indígenas debemos evitar el avance del neofascismo en
nuestra región.
Para cambiar el paradigma civilizatorio imperante es necesario:
Fortalecer la soberanía de los pueblos, que se respeten las
semillas ancestrales y se proteja su diversidad, favoreciendo aquellos
modelos de vida, de producción y de cultivo que sean respetuosos, que
promuevan el consumo responsable, y cuyo impacto en los ecosistemas
sea mínimo, favoreciendo la utilización de energías alternativas.
En este sentido hacemos un llamado a todas las personas, colectivos,
asociaciones e instituciones a iniciar procesos de reflexión y acciones
que favorezcan una resignificación del 12 de Octubre, que permitan
una relación más digna e igualitaria entre los pueblos.
Es en esta fecha fundamental que reflexionemos juntos sobre la
mercantilización de la vida, la contaminación y depredación de la
Madre Tierra por las industrias extractivas y los grandes proyectos de
infraestructura, el consumismo y la criminalización de las luchas sociales.
Desde nuestra cosmovisión como pueblos originarios del Abya Yala no
concebimos al ser humano como ente ajeno a los elementos que sustentan
su vida, como el agua, el aire y la tierra, por eso consideramos que
atentar contra éstos, es atentar contra nuestras vidas.
Por ser los guardianes herederos de nuestro medio ambiente, haciendo
honor a nuestros ancestros, declaramos nuestras preocupaciones.
Vivimos en un país forestado con políticas que han favorecido la
compra indiscriminada de tierras por extranjeros, el uso irresponsable
y la privatización del agua, de nuestros suelos y de ventajas legales
otorgadas a multinacionales.
Denunciamos, asimismo, que el uso de nuestras tierras para la plantación
de soja transgénica y el uso indiscriminado de agrotóxicos, provocan el
inexorable deterioro de todos nuestros ecosistemas y de nuestra salud.
Para nosotros, el planeta es un cuerpo vivo, único, donde nosotros no
somos más que partes indisolubles, y por eso creemos que el agua es
la sangre de la tierra. Por lo tanto, enfermarla con monocultivos y
agrotóxicos, es atentar contra la vida.
También alertamos sobre la emergencia de ideologías de odio que
plantean el Supremacismo Racial y el Militarismo. No le demos la más
mínima cabida al Neofascismo.
Desde CoNaCha (Consejo de la Nación Charrúa) saludamos y
agradecemos a nuestra Onkaiujmar, a nuestros hermanas y hermanos
de Clan Chonik, afrodescendientes, a quienes nos apoyan y defienden
la vida y a los pueblos originarios de toda el Abya Yala.
¡Contra la imposición de las actividades extractivas!
¡Por los Derechos de la Madre Tierra!
¡Por el pleno ejercicio de los derechos de los pueblos indígenas!
¡Por el buen vivir de todos los pueblos del Abya
¡Amdá Aú Etriec Geppian Oyendau! (¡Buscamos la verdad sembrando la memoria!)
Consejo de la Nación Charrúa