El departamento de Treinta y Tres, ubicado al noreste de nuestro país, cuenta con una población actual de 50 mil personas. El Grupo Olimar Pirí de dicho departamento, integrante del Consejo de la Nación Charrúa, desde su fundación en septiembre de 2010, se ha sumado a la lucha contra la instalación de un emprendimiento de megaminería a cielo abierto que pretende instalarse en Treinta y Tres, y que de concretarse, tendría un terrible impacto por cuanto constituye la peor amenaza ambiental de toda la historia uruguaya. Este emprendimiento pretende en un plazo de doce años extraer más de 200 millones de toneladas de hierro del subsuelo en un área de aproximadamente 14.500 has, para lo cual afectará más de 100.000 has circundantes. La solicitud realizada incluye metales como oro, plata, plomo, zinc, cromo, platino, níquel y paladio, además de hierro que es el principal objetivo. El método propuesto es la extracción a cielo abierto mediante la utilización de explosivos para crear cinco enormes cráteres con una superficie total de 800 has y unos 350 metros de profundidad cada uno, en un territorio actualmente dedicado a la producción agropecuaria.
Producción ganadera en la zona de Cerro Chato
Nos oponemos a este desplazamiento de los rubros tradicionales y sustentables que han sido y serán generadores de la riqueza nacional, para hacer posible un negocio provisorio como es el de la extracción minera, que se termina cuando se agota la materia prima a extraer. Para la extracción se utilizarían 43 mil toneladas anuales de un explosivo compuesto por 10% nitrato de amonio y 90% gasoil. Cada 48 horas se liberarían 243 toneladas de dióxido de nitrógeno que produce lluvia ácida y ozono que causa enfermedades pulmonares. Los 200 mil litros diarios de gasoil que se consumirían por toda la flota de vehículos a utilizar, generarían 30 toneladas por hora de gases de efecto invernadero. Nos parece absolutamente inconveniente el destrozo ambiental propuesto tras el cual quedarían desertificadas irreversiblemente tierras productivas, que de seguir destinadas al agro, podrían dar alimento a muchas generaciones futuras. Por otra parte Aratirí
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plantea desviar un importante río y tres arroyos, para poder extraer minerales que se han detectado debajo del lecho de estos cursos de agua. Así se pretende cambiar la geografía del país con consecuencias imprevisibles dado el hecho de que se afectarían las cuencas del río Uruguay hacia el oeste y de la laguna Merín hacia el este. Por otra parte este proyecto minero plantea transportar el producto de su extracción a través de un caño de más de 200 kilómetros de extensión el que uniría el lugar de operaciones con un nuevo puerto a construirse en la costa del océano Atlántico. Este “mineroducto” atravesaría humedales esenciales para el equilibrio natural de una amplia zona del país, los que se reconoce serían afectados por inevitables y periódicas roturas del caño que derramarían sustancias contaminantes. Además la operativa portuaria con buques de gran escala contaminaría seriamente el océano ya que se proyecta la colocación de un emisario submarino de dos kilómetros y medio Atlántico adentro, por el cual se derramarían desechos y nadie se atreve a asegurar con qué consecuencias. A todo esto hay que agregarle que este emprendimiento provocaría desempleo, ya que dejaría directamente sin trabajo a cientos de productores y operarios rurales que hoy viven de la actividad agropecuaria que sería desplazada, e indirectamente afectaría a toda una cadena de servicios e insumos que giran en torno a esta actividad, ofreciendo a cambio solo empleos provisorios y en muchos casos insalubres, para no más de medio millar de personas, las que muy prontamente quedarían sin trabajo, ya que el estudio de impacto ambiental presentado por la empresa habla de solo 12 años de actividad. Los supuestos empleos indirectos que generaría el emprendimiento minero, también serían precarios y se esfumarían junto con la extinción de la minería. Otro dato importante es que los requerimientos de energía para poner en marcha este coloso minero, serían de 250 MW, equivalentes al consumo de más de 150.000 hogares. Aumentaría en más de un 20% la demanda de energía eléctrica de todo el Uruguay. Debido a los beneficios especiales, Aratirí pagaría tres veces menos que un cliente común de la empresa estatal proveedora de energía, por lo que todos los uruguayos terminaríamos subsidiando a la minera. En cuanto al uso de agua para la producción y transporte de 18 millones de toneladas anuales de hierro hasta la costa oceánica, a través del mineroducto, se requeriría el equivalente al consumo de agua de una población de
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100.000 habitantes, el doble de la población que tiene el departamento de Treinta y Tres. Todo el proceso de radicación de Aratirí, que es la típica empresa dedicada a vender proyectos y no a concretarlos ya que carece de capacidad operativa para ello y su estrategia es traspasar los títulos que logre a verdaderas empresas mineras– se ha realizado en forma inconsulta sin la participación ciudadana, por lo que ha ido creciendo una fuerte resistencia popular manifestada en cuatro numerosas marchas a pie y a caballo y múltiples jornadas informativas, volanteadas, difusión de audiovisuales con la participación de conocidas figuras del periodismo y la cultura nacional, gestiones ante autoridades departamentales y nacionales, destacándose un pedido de audiencia al propio Presidente de la República, que aún no se ha concedido.
En resumen, nos oponemos a la megaminería a cielo abierto por ser un modo de explotación de nuestra riqueza que causa más daños que beneficios, y desde el punto de vista legal viola la Constitución de la República en su artículo 47 que prohíbe emprendimientos que causen tales daños al territorio y desde el punto de vista económico y social es claramente inconveniente por su perfil colonialista y depredador. Los charrúas reclamamos un trato respetuoso de la tierra y nos sentimos herederos de una cultura milenaria que supo conservar los equilibrios en nuestro territorio, en el que habitaron en forma armónica y sustentable sin agotar los recursos ni poner en peligro la continuidad de los procesos naturales. Somos conscientes de que la megaminería a cielo abierto está generando conflictos en casi todos los países de nuestra Abya Yala por lo que sabemos que somos un foco más de resistencia y estamos de manos apretadas con nuestros hermanos y hermanas indígenas de toda la región. Que quede claro, que mientras haya un charrúa de pie, esta tierra tendrá quien la defienda.
En una manifestación contra Aratirí el 12 de Octubre